miércoles, 16 de mayo de 2012

Cerrar la tapa del piano


Sumire respondió:
—¿Has tenido dudas alguna vez sobre si lo que estás haciendo es correcto o no?
—Más bien son pocas las veces en que no las tengo —dije.
—¿De verdad?
—De verdad.
Sumire repiqueteó con las uñas sobre sus dientes. Era uno de sus vicios cuando estaba pensando.
—Si te soy sincera, hasta ahora jamás había tenido este género de dudas. Sobre si tenía vocación o talento. Yo, ¿sabes?, no soy estúpida. Sé muy bien que soy una caprichosa que suele dejar las cosas a medias. Pero no dudaba. Creía que, pese a cometer algunas equivocaciones, en líneas generales avanzaba en la dirección correcta.

—Hasta ahora has tenido suerte —dije—. Justo, justo, como una larga lluvia en la época en que se planta el arroz.
—Quizás haya sido así.
—¿Pero últimamente no es así?
—Exacto. Últimamente no. A veces me horrorizo pensando que hasta ahora no he hecho más que cometer una equivocación tras otra.¿Sabes cuando tienes una pesadilla atroz y te despiertas de repente a medianoche? Durante unos instantes no sabes qué es lo real. Pues eso es justamente lo que te estoy diciendo. ¿Entiendes?
—Creo que sí —dije.—Quizá no pueda volver a escribir novelas. No hace mucho tiempo que pienso en ello con frecuencia. Que yo no soy más que una estúpida,una niña ingenua de las muchas que van por ahí mirándose el ombligo y persiguiendo sueños irrealizables. A lo mejor tendría que ir cenando la tapa del piano y bajar del escenario. Antes de que sea demasiado tarde.
—¿Cerrar la tapa del piano?
—Es una metáfora.
Me pasé el auricular de la mano izquierda a la derecha.
—Yo sí estoy seguro. Si tú no lo estás, yo sí. Algún día tú escribirás una novela magnífica. Me doy cuenta al leer lo que escribes.
—¿Lo piensas de veras?
—Desde el fondo de mi corazón. No te miento —contesté—. En eso no te mentiría. Entre lo que has escrito hasta ahora hay trozos maravillosos, impresionantes. Por ejemplo, cuando describes la playa en
mayo, puedes oír el rumor del viento, oler el agua salada. Puedes sentir en ambos brazos el tibio calor del sol. Y cuando escribes sobre una pequeña habitación llena de humo de tabaco, al leerlo realmente te cuesta respirar. Los ojos empiezan a escocerte. Unas frases tan llenas de vida como ésas no puede escribirlas cualquiera. En tus textos hay una fuerza, una corriente natural que hace que respiren y se muevan por sí
mismos. Sólo que todavía no has logrado ensamblarlos unos con otros.No se trata de cerrar la tapa del piano.
Sumire permaneció diez o quince segundos callada.
—¿No estarás consolándome, alentándome, o algo por el estilo?
—No te estoy consolando ni alentando. Es una realidad que habla por sí misma.
—¿Como el río Moldau?
—Como el río Moldau.
—Gracias –dijo Sumire.
–De nada –repuse yo.
—A veces puedes ser realmente dulce, ¿sabes? Como las navidades,las vacaciones de verano y un perrito recién nacido juntos.

Murakami, Haruki;"Sputnik, mi amor"

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