sábado, 19 de mayo de 2012

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Rememoro una y otra vez esos infelices recuerdos y me pregunto si fue entonces, en el resplandor de aquél verano remoto, cuando empezó a formarse en mi espíritu la grieta que lo escindió hasta que mi vida perdiera la armonía y la felicidad. ¿O mi desmedido deseo por aquella niña no fue más que la primera muestra de una singularidad innata? Cuando procuro analizar mis anhelos, motivaciones y actos, me rindo ante una especie de imaginación retrospectiva que atiborra la facultad analítica con infinitas alternativas y hace que cada uno de los posibles caminos se ramifique en otros que a su vez vuelven a ramificarse de manera incesante en la perspectiva enloquecedoramente compleja de mi pasado. 
Estoy persuadido, sin embargo, de que en cierto modo, fatal y mágico, Lolita empezó con Annabel.

Nabokov,Vladimir

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